"Analfabeto no es quien no sabe leer, es aquella persona que sabiendo leer no lo hace"

domingo, 23 de marzo de 2014

Dramaturgia

Se conoce como dramaturgia el arte de componer y representar una historia sobre el escenario. A su vez, dramaturgo es aquel que escribe las obras para que sean representadas en teatro o adapta otros libros a dicho formato.
El dramaturgo, por lo tanto, se ocupa tanto de la escritura de los textos como del diseño de la obra, ya que se encarga de desarrollar la estructura de la representación. La principal diferencia entre un dramaturgo y un escritor que se dedica a otros géneros es que, en la dramaturgia, los conflictos suceden en el mismo momento y lugar en que se presentan.


En el campo de la dramaturgia casi no ha habido exponentes relevantes o que hayan alcanzado un alto grado de difusión, especialmente a nivel internacional. Sin duda el mejor, más prolífico y conocido es el guayaquileño José Martínez Queirolo, cuyas obras se han representado en Estados Unidos y Europa, a la vez que han sido traducidas a otros idiomas. También se lo conoce como autor de numerosos cuentos, entre los que también hay algunos creados para niños. Además es un destacado actor y dirige su propia compañía de teatro. Ganó el Premio Nacional de Cultura "Eugenio Espejo" en 2001.







El ensayo en el Ecuador

La literatura hispanoamericana se ha destacado en este género, y la de Ecuador cuenta, entre otros, con Juan Montalvo, el ensayista más famoso del siglo XIX en lengua castellana.
De los numerosos ensayistas ecuatorianos del siglo XX, por la valía literaria aunque no por la abundancia de la obra, el mayor en cuanto al ensayo de crónica y crítica literaria, junto a Benjamín Carrión y Gonzalo Zaldumbide, es, sin duda, Raúl Andrade.

Otro de los ensayistas más representativos del Ecuador es Agustín Cueva. Sus obras han sido traducidas a varias lenguas, incluso el japonés. Su libro "Entre la ira y la esperanza" es una imagen extraordinaria de la realidad ecuatoriana. Esta obra sintetiza en sólo 200 páginas toda la evolución histórico cultural del Ecuador, haciéndolo desde un planteamiento extraoficial e incursionando en campos tan diversos como la literatura, la pintura, la arquitectura, las relaciones interétnicas, la vida cotidiana, etcétera.


Benjamin Carrión.

Alma en los labios (poesía)

Cuando de nuestro amor la llama apasionada
dentro tu pecho amante contemples extinguida,
ya que sólo por ti la vida me es amada,
el día en que me faltes me arrancaré la vida.

Porque mi pensamiento, lleno de este cariño
que en una hora feliz me hiciera esclavo tuyo,
Lejos de tus pupilas es triste como un niño
que se duerme soñando en tu acento de arrullo.

Para envolverte en besos quisiera ser el viento
y quisiera ser todo lo que tu mano toca;
ser tu sonrisa, ser hasta tu mismo aliento,
y así poder estar más cerca de tu boca.

Vivo de tu palabra, y eternamente espero
llamarte mía, como quien espera un tesoro.
lejos de ti comprendo lo mucho que te quiero
y, besando tus cartas, ingenuamente lloro.

Perdona que no tenga palabras con que pueda
decirte la inefable pasión que me devora;
para expresar mi amor solamente me queda
rasgarme el pecho, amada, y en tus manos de seda
dejar mi palpitante corazón que te adora!

Medardo Ángel Silva







Los años treinta en la literatura ecuatoriana

En los años treinta la narrativa ecuatoriana atravesó una fase de espléndida creación gracias a la obra del Grupo de Guayaquil, que se caracteriza por su inquietud social, cabe destacar entre otros a los escritores Joaquín Gallegos Lara , Enrique Gil Gilbert y José de la Cuadra, este último autor de varios volúmenes de cuentos, Repisas (1931), Horno (1932), Guásinton (1938) y de la novela Los sangurimas (1934). Pero el escritor más célebre de esta época es Jorge Icaza, cuya obra se encuadra en la narrativa indigenista. Su novela Huasipungo, que trata de la explotación a que el blanco somete al indio, es mundialmente conocida. Una temática indigenista es la que inspira igualmente las novelas Huairapamuchcas (1948) y Seis veces la muerte. La narrativa posterior sigue bajo la influencia de Jorge Icaza y el Grupo de Guayaquil. Más allá de esta influencia cabe citar a Adalberto Ortiz, quien describe los problemas del negro y del mestizo en Juyungo. Historia de un negro(1943), La mala espalda (1952) y El espejo y la ventana (1967), y a Pedro Jorge Vera, autor de novelas, Los animales puros (1946) y cuentos, Luto eterno y otros relatos.



El siguiente video muestra de una manera resumida la trama del libro huasipungo




Medardo Ángel Silva (generación de los decapitados)

Medardo Ángel Silva nació en Guayaquil el 8 de junio de 1898, y murió el 10 de junio de 1919 en la misma ciudad. Escritor, poeta, músico y compositor ecuatoriano, es considerado el mayor representante del modernismo en la poesía ecuatoriana.

Desde muy joven se destacó por sus composiciones literarias, pese a que su obra se hizo realmente conocida después de su muerte. Además, sabía interpretar obras musicales, gracias a la amistad que tenía con los padres agustinos en cuyo convento practicaba el piano.
Su poesía era hasta cierto punto romántica. Aun así, tenía las características de un modernismo que había llegado tardíamente al Ecuador y que estaba a punto de expirar en Europa, gracias a la influencia de la revolución rusa y el advenimiento del marxismo. Después de su muerte sus poemas se publicaron en Francia en 1926.
De la misma forma, se sabe muy poco acerca de la supuesta amistad que mantuvo con otros jóvenes que tenían sus mismas aspiraciones estéticas, los poetas quiteños Ernesto Noboa y Caamaño, Arturo Borja y Humberto Fierro, quienes pertenecían a la alta aristocracia capitalina. A no ser de unas pocas cartas en donde se hablan de sus gustos literarios, no hay documentos ni testimonios que aseguren que estos poetas lo hayan conocido físicamente, peor aún que hayan sido sus amigos.
Medardo Ángel Silva fue un joven de la clase baja de Guayaquil, que logró cierto reconocimiento por su trabajo como periodista desde los 17 años (aproximadamente, cuando abandonó sus estudios en el colegio Vicente Rocafuerte) hasta su muerte, a los 21. Trabajó en imprentas pequeñas y luego colaboró en varios semanarios y revistas. Posteriormente, llegó a trabajar en el diario El Telégrafo, en la página de literatura, donde pudo publicar varios poemas y relatos cortos.
Silva no se graduó de bachiller, pero su condición de autodidacta lo llevó ser maestro escolar e incluso a leer en francés, así se le facilitó el contacto con la poesía de los simbolistas franceses (Paul Verlaine, Arthur Rimbaud, Charles Baudelaire), quienes llegaron a ser sus más grandes referentes. Sus influencias, además, fueron el modernismo de Rubén Darío y el misticismo de Amado Nervo.
A mediados de la década de 1950, cuando se hace una reseña del acontecer literario del Ecuador de principios del siglo XX, se encuentran similitudes en los escenarios poéticos de Silva y de los otros tres jóvenes de Quito, a quienes los separaba la distancia y la clase social a la que pertenecían. Así, a estos cuatro poetas se les denominó como la generación decapitada, porque la mayoría murieron jóvenes, con una intensa carrera literaria para sus pocos años de existencia.
La muerte de Medardo Ángel Silva sigue siendo un misterio sin esclarecer: a los 21 años el joven poeta murió de un tiro en su cabeza. Posteriores análisis ponen en duda el suicidio, ya que la bala entró por detrás de la oreja. Sin embargo, nunca se investigó más allá y fue enterrado sin los ritos fúnebres católicos, por lo que se asume su muerte como un suicidio y eso ha llevado a la construcción de un imaginario popular acerca de sus últimas horas, en él se habla desde que habría estado jugando con el arma, y que su muerte fue un accidente, hasta que por una decepción amorosa habría tomado esa trágica decisión.

miércoles, 12 de marzo de 2014

literatura Precolombina

No todo lo que es literatura ecuatoriana comienza con la llegada del español y el inicio del proceso del mestizaje, complejo y de ricas resonancias culturales.  Hubo sin duda una literatura anterior a todo aquello.  Era impensable que pueblos que tanto desarrollo tuvieron en lo económico, social, militar, político y cultural hubiesen carecido de literatura. 
De lo que esas gentes que poblaron los territorios que serían más tarde la Audiencia de Quito y hoy, aunque tremendamente disminuidos, son la República del Ecuador carecieron fue de escritura.  Y, al ser la escritura la manera de fijar y trasmitir fielmente las manifestaciones literarias, esa literatura difícilmente rebasó ciertas fronteras de espacio y tiempo.
Pero sí las rebasó, porque tuvo maneras de fijarse y trasmitirse.  Los pueblos sin escritura compensan esa carencia con recursos especiales.  Son los de la tradición oral, que también tienen sus maneras de dar a ciertos textos especialmente valiosos o importantes la fijeza que les asegure su permanencia en el tiempo y el rebasamiento de los ámbitos espaciales en que fueron dichos.
Uno es la música.  Un texto convertido en canción asegura su fijeza y trasmisión y puede perdurar, sin alteraciones, largamente.
Otros son recursos estrictamente literarios: el ritmo y el metro; ciertas imágenes en las que no se puede tocar nada sin deshacerlas.  O los núcleos narrativos y enlaces de una narración.
El cofre en que esos pueblos van depositando lo mejor de sus sabidurías es el folclor.  Ellos lo guardan allí, cifrando esas sabidurías en cantos y música, pinturas y diseños, esculturas y cerámicas, narraciones y poemas, adivinanzas y fórmulas sapienciales, juegos y objetos en que dejaron impresa su marca.
Y el hombre moderno de culturas escritas ha urdido maneras de sacar esos tesoros.  Es decir, de descifrar aquello en esas creaciones populares cifrado.  Esa es la ciencia y arte del folclor.
Indagaciones folclóricas son las que han podido entregarnos elementos para rehacer la literatura de esos antiguos antepasados nuestros.
Sería un error anticientífico exigir de esas recuperaciones el rigor de un códice escrito –que pudiera contrastarse con otros códices hasta llegar a la versión definitiva, que se suele llamar “canónica”, de ese texto.
Para penetrar por estos caminos en ese mundo tenemos que despojarnos de nuestra mentalidad de cultura escrita, y, peor, si positivista, y sus requerimientos.

miércoles, 5 de marzo de 2014

Introducción a la literatura Ecuatoriana

Se considera que la literatura ecuatoriana se inicia en el ámbito prehispánico con la cultura de la civilización incaica, cuyos dominios alcanzaron el actual territorio de Ecuador. Durante la colonia surgieron los primeros poetas dignos de mención: Jacinto de Evia en el siglo XVII y Juan Bautista Aguirre en el siglo XVIII; en esa misma época sobresale el narrador y político Francisco Eugenio de Santa Cruz y Espejo, la literatura ecuatoriana ha venido desarrollándose con el pasar de los tiempos.
La Literatura en el Ecuador ha venido desarrollándose continuamente desde la conocida literatura aborigen que se daba por medio de antiguas tradiciones orales, donde la poesía iba de la mano de los amautas. La épica en el país también emerge con José Joaquín de Olmedo. La poesía lírica da sus primeras muestras con “Elegía a la muerte de Atahualpa”; este es el género literario más desarrollado en el país comparado con el épico; ya que se encuentra la lírica en la colonia, luego se encuentra el romanticismo en el Ecuador, la Generación Decapitada, luego emergen los poetas postmodernistas y por último la nueva poesía. También se desarrolla el género narrativo donde la base fundamental es narrar acontecimientos reales o no, las obras más destacadas en este género son “La Emancipada”, “Cumandá”, “A la Costa”, “Huasipungo”, “Baldomera”, entre otras obras muy importantes de este género.